Íñigo, que se autodefine como un Downshifter, tiene un interesante y entretenido blog en el que cuelga sus pensamientos, clara imagen de su estilo de vida. Con una música impresionante adereza reflexiones a veces hilarantes, a veces meditabundas, pero siempre nos darán que pensar.
Lo podéis encontrar en http://enelcorazondelatormenta.blogspot.com/, donde lleva ya más de 53.000 visitas. Os aconsejo seguirlo asiduamente pues conseguirá cambiar vuestra manera de ver la vida y arrojarle algo de luz a los momentos más oscuros.
Uno de sus escritos que más me han sorprendido es éste que reproduzco a continuación; los besos que no damos.
Los besos que no damos no son inocuos. Los besos que no damos, existen. Esos besos muertos antes de nacer, son. Y nos van a acompañar de por vida como rasguños en el paladar del alma que no cicatrizarán jamás. Muescas en la madera más imbécil del corazón. Besos desangrados por el orgullo. Los besos de los que más te arrepientes. Los labios que un día ignoras, no vuelven, son abandonados en un callejón y allí se quedan siempre, entre la lluvia, las horas y los gatos. Agonizan siempre pero no acaban de morir nunca. Los besos ignorados vuelven nuestra boca más ácida, más fea, más estúpida. Las caricias que ahorramos son golpes de sierra en nuestra propia alma. Marcas indelebles. Como abrazos de hielo frío que acaban matando a sus dueños. Besos despreciados en un rincón, arrugados, ennegrecidos y humillados, que acaban regresando amargos en el río del tiempo, de la mano de un barquero borracho y cruel. Besos raquíticos y con memoria. Los besos que no damos no son inocuos, nos dejan más solos.
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