lunes, 8 de agosto de 2011

César de Andrés - El giro

Volviendo a relatos2001, que el otro día buscando en google todavía encontré, inundada de publicidad,  una obra escrita en el 1996 por César de Andrés.

En ella nos presenta la historia de Froth y la destrucción de su mundo, con el pánico que se apodera de todo su alrededor y el caos que ello genera. El giro final del relato no nos dejará indiferentes, obligándonos a pensar sobre los giros que da la vida, los diferentes enfoques que nos podemos encontrar y como nuestro mundo individual, aunque insignificante para otros, para nosotros es lo más importante.

El giro.

Entonces, de pronto y sin aviso previo, todo fue confusión absoluta...  La habitual oscuridad se había hecho ahora más impenetrable y húmeda. La Profecía parecía haberse cumplido. Froth buscó a su alrededor algo que le diese un indicio de donde se encontraba, una referencia, por pequeña que fuera. Lo que acababa de ocurrir parecía estar fuera de su alcance. Tras unos minutos de mudo pánico, aumentado por el grito de mil gargantas a su alrededor, su mente ágilmente comenzó la composición del rompecabezas con las escasas piezas de que disponía.

¿ Cómo pudo suceder? ... vinieron a su mente las antiguas leyendas contadas una y otra vez con vibrante emoción por los más ancianos. La Profecía había formado parte de sus sueños y pesadillas desde la infancia: El mundo girará vertiginosamente... crujidos profundos y ensordecedores se oirán por doquier... entonces las coordenadas cambiarán para siempre... el arriba ya no será más... la oscuridad se hará profunda e impenetrable... Y El Giro parará por siempre... entonces una intensa la luz amarilla cegará... y comenzará La Búsqueda. Un nuevo líder y la posibilidad un nuevo mundo. Estos retazos de míticos relatos guardados en su mente desde siempre comenzaban a asemejarse demasiado a lo que acababa de ocurrir.

Minutos antes de que el mundo pareciera venirse abajo, Froth se encargaba con la misma rutina de todos los días de su trabajo de Recolector Jefe en el Nivel de su responsabilidad. Su cargo como responsable de Decimotercer Almacén le posibilitaba el conocimiento de todos los sinuosos caminos de ese nivel del Complejo e incluso de algunos de los niveles superiores; sólo él tenía ese privilegio en su área.

De poco parecían servir ahora sus prerrogativas y conocimientos, las cosas -de pronto, en un infernal instante- dejaron de ser como antes, aunque de alguna manera todo seguía pareciendo tétricamente familiar... todo parecía pero no era... al principio pensó que tal distorsión sería el efecto causado por la aún más escasa luz que se filtraba entre el abundante polvo en suspensión, pero aun cuando consiguió distinguir a duras penas los diferentes señalamientos del Complejo entre las polvorientas brumas, éstos ya no estaban como siempre adosados a las paredes sino que ahora se distribuían sin aparente orden por suelo y techo. Una frase de la leyenda El arriba no será mas le golpeó machaconamente la cabeza como queriéndole forzar a comprender algo de la situación.

Pasados los primeros instantes, en los que su entrecortada respiración sonó ronca y agitada, Froth se obligó con tozuda voluntad a reconstruir los acontecimientos desde un principio, era su única oportunidad si quería tener alguna oportunidad de orientarse y buscar una salida rápida a la situación:

Estaba como todos los días camino a su oficina seguido de su siempre servil cohorte de ayudantes..., lo primero que se sintió fue una rápida vibración con unas oscilaciones tan altas que parecieran querer romperle por si mismas todas las partes del cuerpo, de inmediato se le revolvió el estómago y apenas pudo contener las arcadas. La onda oscilatoria vino seguida de un ruido ensordecedor. A continuación un acre e intenso olor a hidrocarburo y a madera quemada llegó hasta su experto olfato. Todos los que se hallaban junto a él comenzaron a correr alocadamente a su alrededor sin una dirección fija, gritando con un incontenible histerismo a la vez que movían con bruscos y desmañados aspavientos sus extremidades, soltando así sus cargas y pertrechos. Sin aviso, durante unos instantes cesaron las vibraciones y sólo permanecieron flotando en el ambiente los olores extraños que habían acompañado a éstas. La situación pareció normalizarse y el silencio inundó los corredores y plataformas del Complejo. El tiempo se detuvo y nadie parecía querer respirar, como temiendo que una sola exhalación rompiera el mágico momento de recuperación de la normalidad de su mundo.

Fue entonces cuando pareció cumplirse plenamente La Profecía tal como la recordaba. Gradualmente un lastimero aullido retumbó ecoando en su mundo. Un viento huracanado, jamás visto con anterioridad, recorrió los conductos empujándolo todo con una fuerza irresistible. Todo se revolvía en la colonia, las pesadas cargas que con anterioridad laboriosos peones dirigían ordenadamente al almacén de su nivel, volaban ahora ligeras, pero convertidas en mortíferas asesinas que aplastaban contra las paredes sin piedad posible a los inocentes trabajadores que se confundían con ellas en su vuelo incontrolado. Paulatinamente el viento cesó, siendo sustituido por una lenta pero inexorable y creciente inclinación del complejo. Froth, que había conseguido milagrosamente salir casi indemne del chorro de aire plagado de proyectiles, comenzaba a incorporarse cuando, perdido de nuevo el equilibrio, se vio obligado a lanzarse contra la pared más próxima en la búsqueda de un apoyo que su cabeza parecía no ubicar correctamente. Nuevos crujidos intermitentes y de desgarrador lamento llenaron el aire de la cavidad. La inclinación aumentó y su velocidad se incrementó en una progresión inimaginable, lo que hizo que Froth, abriendo su boca de modo inverosímil, sólo pudiese lanzar un incontrolado grito, mientras se aplastaba de tal modo contra la pared que parecía poder fundirse con ella.
 
El primer impacto fue brutal y vino seguido de estruendosos gemidos. Fue tal la magnitud del choque que Froth rebotó sin piedad de pared en pared, sin parar de rodar durante lo que le pareció una eternidad. Acto seguido, una desconocida fuerza le volvió a elevar bruscamente hacia un lado, para inmediatamente caer como resorte a su posición anterior, basculando violentamente. Este proceso se repitió varias veces... ahora si que no pudo evitar golpearse una y otra vez en cada una de las ocasiones en que su mundo osciló con bruscos lamentos de fibra rota.
 
 El Giro... comenzó su camino, ahora inexorable. Froth resbalaba alrededor de pared, suelo y techo al unísono con el rápido giro de su mundo. Aunque el movimiento sólo duró unos segundos, a él, le volvieron a parecer angustiosas décadas.
 
¿¡Qué pasaba!? Se preguntaba Froth, una y otra vez mientras observaba entre punzantes dolores, ahora por su único ojo sano, las múltiples heridas abiertas en su cuerpo. En la negritud se escuchaban los miles de lamentos que le llegaban desde todas las galerías próximas, aunque no le cabía duda que la hecatombe había afectado a su mundo por entero y calculaba que la situación de los niveles más lejanos no sería mucho mejor que la suya.
 
Todo era muy confuso, un caos profundamente antinatural para la ordenada sociedad en que se desenvolvían, tras siglos de lenta evolución... Tras unos largos instantes en los que pareció perderse en sí mismo buscando explicaciones que no tenía, Froth comenzó a avanzar como un autómata, retirando con una rabia desconocida los escombros que le entorpecían el paso. Los sobrevivientes que se encontraban a su paso levantaban la cabeza y los que aún podían caminar, reconociendo tácitamente su rango superior, empezaron a seguirle en un absoluto silencio. Nadie preguntaba nada, nadie se lamentaba por los compañeros caidos. Froth también callaba. Sus pensamientos no estorbaban sus intentos por orientarse en el caos. No sabía porqué, pero lo sabía... de no encontrarse con nadie de mayor autoridad, tendría que ser él quién dirigiese a los supervivientes. No podía llorar. La rabia que sintió en un inicio se iba diluyendo en la necesidad de cumplir una tarea por nadie asignada, o tal vez sí. 

La destrucción lo cubría absolutamente todo, y Froth se dirigió sin un asomo de duda, impulsado por esa desconocida fuerza que le había llevado a ser seguido por los demás, hacia una apertura por la que penetraba un chorro de cegadora luz... todos salieron al exterior sin protestar a pesar de lo insoportable que resultaba esa luminosidad. Lentamente, pero sin pausa, comenzó El Éxodo fuera de un mundo muerto, que hasta entonces había sido su universo, el único existente... La Búsqueda comenzaba. 

En lo alto, un musculoso hombre con una motosierra aún caliente en su mano derecha, se secaba el sudor que perlaba su frente, mientras observaba con indiferencia a una columna de blancas termitas emerger del árbol recién derribado... en lenta procesión.
César de Andrés
Noviembre gélido de 1996

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