miércoles, 17 de agosto de 2011

Azahara (Sandra C. Gallegos) - El árbol de las palabras

Diseño de una de las camisetas de http://www.pampling.com/
Hace un mes presentamos a Sandra C. Gallegos, alias Azahara, con un bonito relato de amor titulado el ángel diabólico.

Este relato, escrito para un concurso, resultó ganador del mismo y fue agraciado con el segundo premio en un segundo concurso al que se inscribió. Esto debería dejarnos patente la calidad de esta escritora, cuyas peripecias cuenta en su blog, Aprendiz de Escritora.

Hoy tenemos aquí un microrelato de título el árbol de las palabras, una breve historia narrada de manera casí poética. Participante también a un concurso esta vez no tuvo la suerte de resultar ganador, pero no por ello tiene menos importancia.





El Árbol de las Palabras

      El árbol estaba triste. El frío del invierno inundaba cada una de sus ramas, y las hojas blancas llenas de tinta que colgaban de las mismas permanecían quietas, frígidas, como muertas; lo mismo sucedía con sus raíces hechas de letras. Hacía mucho tiempo que no le hablaban, que no le transmitían palabras, que no le contaban las historias escritas en ellas, y el árbol se sentía completamente solo. Odiaba el invierno.
     Pero, al igual que el viento sopla arrastrando a las nubes, así pasó el tiempo para el árbol, quien, un día, despertó encontrándose con que no tenía frío. Se sorprendió, pues el frío lo había acompañado durante muchísimo tiempo, ya ni siquiera podía recordar cuánto. ¿Por qué lo abandonaba de repente?
     Entonces, para su asombro, percibió movimiento. Permaneció quieto, expectante, a la espera de que volviera a producirse para asegurarse de que era real. Y de nuevo lo sintió: procedía de una de sus ramas, la más alta, de la que colgaba un diminuto montón de páginas escritas y encuadernadas en piel. El árbol sintió una increíble dicha al constatar que uno de sus libros había empezado a moverse: pronto lo harían también los demás, y volverían a contarle las historias escritas en sus hojas.
     El libro, ya desentumecido, dejó de sacudirse y se abrió por una página al azar. Al instante, las letras comenzaron a bailar y a danzar grácilmente a través de las ramas del árbol, fluyendo como si de savia se tratase y alcanzando su corazón. El árbol atendió interesado a las palabras que le llegaban, y pronto se percató de que éstas se estaban mezclando con otras, provenientes de sus otras ramas. Más libros se habían despertado ya y daban rienda suelta a su contenido.
     En silencio, el árbol agradeció la llegada de la primavera.




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